lunes, 20 de mayo de 2013

20. La palabra


Necesito una palabra.
La más horrible del diccionario,
el sonido más insípido,
necesito la palabra que al pronunciarla
nos provoca arcadas.

Necesito esa palabra para transformarla en poesía,
para arrancarla de los empastes
de las muelas de una vieja
y convertirla en caramelo.
Necesito una palabra.
Muérdago, intestino, destornillador,
puntos suspensivos suspendidos en el aire…
con un 4,9.
He llegado a un punto en el que paso
del clandestino rincón de mi cuaderno
buscando una palabra,
una palabra preciosa.
Transistor, catapulta, cunilingus…
demasiado sencillo…
Musaraña, tubería, caracola,
sábanas de papel de plata para nuestra cama.

Necesito la puta palabra.

Necesito embellecer la primavera,
el amor, los corazones, el alma,
las sonrisas, el amanecer, el mar,
las montañas, las caricias, el deseo,
los besos, miradas, los ‘te quieros’,
las nubes, el sol, la luna,
las princesas, sirenas, ninfas,
los domingos por la tarde, el baile,
niña, guapa, cariño, mi cielo,
el desierto, los ojitos, la cintura,
las caderas, labios, boca,
el pelo, morena, mi vida,
no sé cual es más fea,
pero necesito encontrar esa palabra,
y vomitarle encima para embellecerla,
porque soy poeta
y defeco en la primavera,
el amor, los corazones,
etcétera.

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