jueves, 9 de mayo de 2013

18. Los hijos ilegítimos del sol



La claridad de la niebla
está violando a las ventanas
y fornica con mis pupilas en un baile de disfraces.

Tras la niebla nos han dicho que hay un sol
cuyos rayos desvirgan a las nubes
que fecundan indeseados amaneceres abandonados a su suerte.
Las nubes son jóvenes madres solteras
que lloran periódicamente cuando sufren un aborto psicológico.

Aquellos amaneceres huérfanos
son quienes dejan insatisfechas a mis pupilas.
La claridad de la niebla las contrae
pero a la espalda las dilata.
La claridad de la niebla ha dejado preñadas a las ventanas
y ahora me corteja con su baile de disfraces.
            Desengañadas, mis pupilas, escupen lágrimas de vinagre
y las ventanas dan a luz a los reflejos cristalinos
que morirán siendo fetos,
y habitan en los azulejos de los zócalos de mis encías.

Después de todo,
ellos son blancos como los hijos ilegítimos del sol
y aparecen cuando la luna se masturba en las tinieblas
y mis pupilas se dilatan por la claridad del humo
            que nunca engaña.

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